Desde el quirófano.
Salvatore Di Stéfano es un siciliano que
trabaja en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid. Tiene 41 años y es
cirujano cardiovascular. Su mujer, María, es enfermera.
¿Resulta fácil el trato con los pacientes?
Trato de ver a cada uno como una persona y un
hijo de Dios que sufre con sus circunstancias muy particulares. Aparte de la
competencia profesional, el trato agradable del médico, la información
detallada, una caricia…Todo supone un balón de oxígeno para el enfermo. Le
ayuda a llevar su enfermedad con más optimismo.
¿Pasas muchas horas en el quirófano?
En una intervención quirúrgica
Dentro del quirófano el tiempo no cuenta. Me
esfuerzo en hacer todo lo mejor que puedo, sin mirar nunca el reloj. Luego
suelo visitar al paciente dos veces cada día y me informo de su evolución todos
los fines de semana. He aprendido de San Josemaría la importancia de esforzarme
por realizar el trabajo con la mayor perfección posible, aunque cada día
experimento mis propias limitaciones.
¿En las operaciones de alto riesgo, informas a
los pacientes?
Intento hacerlo con mucha delicadeza, pero con sinceridad. Procuro que se quedan más serenos. La realidad es que el enfermo prefiere entrar en el quirófano sabiendo lo que pueda ocurrir. Esto me ha hecho meditar en las palabras del Señor “la Verdad os hará libres”. Esta frase, aparte de su alto contenido teológico, en el plano psíquico también es una realidad palpable. Jesucristo era también un excelente psicólogo.
Naturalmente. A veces, si puedo, les sugiero la posibilidad –en el caso de que sean católicos- de que vean al sacerdote. La respuesta siempre ha sido positiva. También aviso al sacerdote cuando en el quirófano veo que el paciente puede morirse. El sacerdote le da la absolución sub conditione y le administra el Sacramento de la Unción de Enfermos, que también tiene la virtud de sanar: en ocasiones ha ocurrido que el paciente mejora de modo asombroso. Mis colegas ven todo esto como lo más natural.
En este sentido, el espíritu del Opus Dei me ayuda mucho todos los días. Entre otras cosas, hago media hora de oración y oigo Misa a las siete de la mañana. En mi oración incluyo a todos mis pacientes y particularmente a los que voy a operar ese día. Sigo haciéndolo en el trayecto al hospital y antes de la intervención. Ofrecido todo a Dios, me concentro en la cirugía y rezo en los momentos en que surgen dificultades.
Intento hacerlo con mucha delicadeza, pero con sinceridad. Procuro que se quedan más serenos. La realidad es que el enfermo prefiere entrar en el quirófano sabiendo lo que pueda ocurrir. Esto me ha hecho meditar en las palabras del Señor “la Verdad os hará libres”. Esta frase, aparte de su alto contenido teológico, en el plano psíquico también es una realidad palpable. Jesucristo era también un excelente psicólogo.
Naturalmente. A veces, si puedo, les sugiero la posibilidad –en el caso de que sean católicos- de que vean al sacerdote. La respuesta siempre ha sido positiva. También aviso al sacerdote cuando en el quirófano veo que el paciente puede morirse. El sacerdote le da la absolución sub conditione y le administra el Sacramento de la Unción de Enfermos, que también tiene la virtud de sanar: en ocasiones ha ocurrido que el paciente mejora de modo asombroso. Mis colegas ven todo esto como lo más natural.
En este sentido, el espíritu del Opus Dei me ayuda mucho todos los días. Entre otras cosas, hago media hora de oración y oigo Misa a las siete de la mañana. En mi oración incluyo a todos mis pacientes y particularmente a los que voy a operar ese día. Sigo haciéndolo en el trayecto al hospital y antes de la intervención. Ofrecido todo a Dios, me concentro en la cirugía y rezo en los momentos en que surgen dificultades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario